miércoles, 19 de octubre de 2011

(3-B) EL DINOSAURIO: AVANZA ESCRIBIENDO CRÓNICAS




En los primeros días de  agosto 2011, que inicié el módulo “Periodismo de Interpretación”, no tenía idea de su contenido, algo sugería el título. Luego de las primeras  dos sesiones, comprendí muy bien el significado y creo que mejor habría sido llamarlo “cómo escribir una buena historia” (crónica).
Esteban Michelena, el profesor y guía en este módulo, nos propuso el tema de “Crónicas de Viajes”. Nos presentó a un verdadero maestro de la narrativa en este enfoque: Pablo Cuvi. Sociólogo y escritor durante muchos años de crónicas de viajes, en la Revista Diners. Buen activista político en su juventud, ahora también escribe artículos de opinión en el Diario EL COMERCIO, de Quito. También ha escrito dos libros “En los ojos de mi gente”, y “El tigre de la González Suárez”, interesantes obras narrativas de la realidad ecuatoriana.
Cuvi, en amena charla con el grupo de compañeros, nos narró sus inicios como autor de crónicas, con un nuevo y diferente enfoque a las tradicionales existentes, que relataban lo ya muy conocido y descrito: playas conocidas, fiestas conocidas, lugares cien veces descritos. Soy de una nueva generación en aquel tiempo, afirma. A partir de los años 70, el Ecuador se transforma. El petróleo, los hippies, una nueva clase media, una nueva forma de política, una nueva forma de vida… -relata-.
Yo tenía un nuevo feeling, empecé a escribir en primera persona lo que sentía mi generación, -afirma-. Quería relatar no solo paisaje, quería contar lo que sentía y pensaba en los viajes. Quería dar mas detalles,  narrar cosas interesantes, describiendo la crónica con un enfoque de todo el escenario.  Empecé a narrar en tiempo presente, y a involucrarme como parte de la realidad, mis crónicas trataron de presentar un mundo novedoso, a un nuevo público, esa nueva clase media, -menciona-.
La sociología me formó, la literatura me enseño cómo escribir, miraba y en mi mente iba construyendo de manera clara lo que quería narrar, - nos cuenta-, he visto y he sido parte de las transformaciones sociales culturales y polacas que ha vivido mi generación. Soy testigo de cambios impresionantes: el viagra, y el Internet, son  sucesos fantásticos… Siempre he buscado lo novedoso, lo incesante para mis relatos. Cuanto mas mal me ha ido en los viajes, he tenido las mejores historias, -nos cuenta-.
¿Dónde está lo novedoso, para hacer buenas crónicas?, se pregunta. Y nos aconseja: siempre traten de ver los hechos con un nuevo enfoque. Que su visión personal sea diferente, no solo desde la visión del periodista, que informa. Sino desde la del narrador que encanta a su audiencia.
Interesantes puntos de vista que nos servirán para estudiar  un ejemplo de sus crónicas.
 Con esa crónica de ejemplo, analizaremos: la arquitectura de su construcción, y comentaremos su estilo.


¡PURA VIDA! (Y CASI MUERTE) EN COSTA RICA:      Por: PABLO CUVI

¿Dónde nos quedamos el mes pasado?...Ya: en una sala de cine de San José, mirando bailar mujeres en Danzón , y a la expectativa de que mi amigo tico Ludwig renovara su licencia. Pues bien, en la primera mañana de este reportaje, Ludwig llega feliz con su licencia a Walker Rent a car y en un dos por tres salimos a bordo de un Daihatsu Cuore flamante rumbo al norte de Costa Rica, este pequeño país de 51.000 km. cuadrados y 2'750.000 habitantes, que sobresale entre sus vecinos por su estabilidad política (por algo no tiene ejército), su nivel de vida y sus parques naturales, entre otras gracias que vamos a ver, empezando por las famosas y coloridas carretas de Sarchí.
"Aquí no hay el folklore de Guatemala o El Salvador --dice Ludwig conduciendo por la Interamericana-- nuestro principal folklore es político, nuestra identidad se basa en valores como la democracia, la paz, la estabilidad. Es triste, pero muchos ticos se sienten orgullosos de que no haya indios. Los pocos que quedan están confinados."
Vamos por la zona industrial de Uruca, donde hay textiles, metalmecánica y la escuela Antonio José de Sucre. Al borde del camino venden árboles de navidad, papayas y el chayote, esa verdura cucurbitácea en forma de pera que exportan al norte. Detrás se alzan los montes que cercan al valle central, hasta el volcán Poás, cuyo cráter de 1.6 km. de diámetro es el cráter activo más grande del mundo. Corremos entre cafetales, por supuesto, pero también tabaco y maíz y crotos a la entrada de las típicas casitas de madera con techo de zinc. Las torres color marrón de la iglesia de Grecia se alzan contra el despejado cielo del verano. Contadas curvas después hemos llegado a Sarchí, como lo demuestran las carretas de bueyes exhibidas en los portales de las numerosas tiendas turísticas.
"Mi abuelo Chaverri, de los vascos malcriados, tuvo la idea de pintar las carretas que servían para jalar la caña en los ingenios -dice pincel en mano Fernando Alpízar Chaverri, continuador de la tradición-. Cada dibujo es diferente porque no usamos molde, cada carreta es única. Acá vienen los boyeros de todo el país a que les pintemos sus carretas para los desfiles."
Don Fernando nos guía por el taller y el almacén, donde la propia demanda turística que comenzó hace veinte años, les llevó a fabricar esas impecables vajillas de madera y otras artesanías. "Empezó a volar gubia", como dicen los talladores y surgieron yuntas de bueyes para San Isidro Labrador, pulseras para muchachas y mil chunchis más. (Chunchi, palabra mágica que se aplica a cualquier cosa.) Además, fueron adoptando y adaptando los típicos dibujos salvadoreños, llenos de colores planos.
Hola, Radio Sandino
Con nuestros respectivos souvenirs a bordo, damos la vuelta por El Naranjo y retomamos la autopista que avanza por la montaña en una paisaje semejante al manabita. Pasan campesinos con sus clásicos chonetes, esos sombreros pequeños, como de golfista, hundidos hasta las cejas. Como los ticos tienen mejores ingresos, dicen por la radio que van a traer 30.000 campesinos nicas para la recolección del café que ya se inicia. "Mirá --dice Ludwig-- en Nicaragua hay un 60% de desocupación. Acá, en cambio, la AID dio 1.200 millones de dólares de ayuda en diez años, sobretodo para financiar la privatización de las empresas. Para Costa Rica no fue una década perdida."
Ni para nosotros el día, porque con los celajes marinos del atardecer entramos a Puntarenas envueltos en el vaho del manglar, por un camino elevado entre los esteros y el océano. Recuerdo una noche similar del 79 cuando llegamos al hospital de acá con una amiga en busca de un sandinista herido. Yo andaba reporteando la caída del somocismo,  pero como el chaval no asomó terminamos bailando en un salón de la playa con los fines consiguientes. Ahora echamos ancla en un saloncito esquinero, bajo los fragantes almendros, a comer pargo frito con cerveza Imperial, mientras canta en el parlante Danielito Santos y yo recién me voy enterando que ha muerto hace tres días. Acto seguido, en el programa del recuerdo, no me sorprende escuchar la voz de un amigo y admirado del finado, con ustedes, queridos radioescuchas, el ecuatoriano Julio Jaramillo, quién más iba a ser, rondando siempre tu esquina.
Para no quedarse atrás, Ludwig me habla de Memo Neira, "el cantante de las putas", que suena aún en los night clubs de San José a donde iremos al volver. A este Memo le dio a conocer un locutor ecuatoriano pa' variar: Santiago Ferrando. A nuestro lado una gringuita pecosa escribe una postal hasta que inicia su avance el beach-boy de turno. Despachado el pargo, nos pisamos al Costa Azul, a probar ese granizado con helado llamado Churchill, porque, dice Ludwig, venir a Puntarenas y no comer un Churchill es no haber venido.
Como la noche pinta aburridona entre semana, decidimos avanzar hacia Liberia, 137 km. al norte, ya cerca de la frontera nica. Digo que me gustaría ir hasta Managua, a donde no he vuelto desde el triunfo de los sandinistas, pero desgraciadamente no podemos sacar el carro del país. Radio Sandino transmite un partido de béisbol, el deporte nacional de Nicaragua, y da noticias sobre la inminencia de una huelga general. Ludwig, que anduvo recién por allá, comenta que la situación es grave; ahora tratan de aplicar el mismo plan de privatizaciones y Fondos de Inversión Social. Todo es tan extraño: antes tuvieron la revolución y 30.000 muertos para intentar hacer realidad el mismo programa que desarrolló Liberación Nacional en Costa Rica. "Los ticos somos los argentinos de Centroamérica -se burla mi amigo--, nos odian, tenemos complejo de superioridad." Desde lo alto, la luna alumbra la vasta planicie de Guanacaste.
Liberia está dormida cuando llegamos. Solo vive La Machaca, una cantina esquinera donde los chispos del pueblo beben guaro al son de rancheras mexicanas. Mejor nos vamos al sobre para madrugar al parque nacional de Santa Rosa.

Una fauna variopinta

Los ticos son tan pacíficos que sus principales batallas las han librado alrededor de una misma casa, ésta de la hacienda de Santa Rosa que ahora recorremos. Aquí derrotaron, en 1856, al filibustero norteamericano William Walker que pretendía invadirlos desde Nicaragua. Luego, en 1919, un grupo rebelde se enfrentó contra el gobierno dictatorial del general Tinoco. Por último, el 55 hubo un alzamiento contra don Pepe Figueres. Y en el supuesto no consentido de que alguna vez deban arreglar algo más a tiros, seguramente vendrán para acá, digo yo, por eso la conservan intacta junto a un guanacaste centenario, el árbol nacional que da nombre a la provincia.
Además, aquí se preserva el bosque tropical seco, albergue de iguanas y mariposas nocturnas, monos y venados, dantas y saínos, pumas y jaguares.  Y en la playa desovan las tortugas. Pero ahora que pega el sol es casi imposible ver a los animales silvestres, de modo que nos vamos en busca de los criadores de caballos criollos. En la pampa luce la llamarada inmóvil de las poncianas y los hatos de ganado cebú y jersey. Un jinete ejercita a su cabalgadura, tan criolla como él.
"Ese es un criollo de paso costarricense -nos explica don Juan Muñoz, mientras el jinete hace una demostración-, tienen ascendencia del caballo peruano. Mucho temperamento, mucha acción." ¿Y los andaluces?  "Esos los crían por San José."
Pasamos a la finca ganadera La Pampa. Un matapalo preside la entrada, pero nos llevamos horrendo susto porque los dobermans andan sueltos. ¿Cómo está la vida?, le pregunto a la señora que lava la perrera. "No sé, yo la hallo linda", responde riendo. Claro, si es una mulata delgada con unos ojazos que les falta finca. "Mientras uno esté con salud, ¿no?". El marido mayordomo nos lleva al potrero donde pastan los jersey y nos cuenta que toda la leche la venden a la cooperativa Dos Pinos. Que volvamos en febrero, a la fiesta del toro, se quedan diciendo.
Una hora después alcanzamos la exclusiva playa Flamingo, con un hotel-club lleno de turistas rubios. Aquí, y en la cercana playa Tamarindo, se celebran torneos internacionales de pesca del merlín y del pez vela, aunque los huéspedes de hoy día prefieren flotar lerdamente en la piscina, o arrimarse al bar sin salir del agua. Vista desde las mansiones de la colina, la arena refulge en una concha perfecta.
Luego de quitarnos el polvo del camino nadando en el turquesa del agua nos vamos a almorzar en la playa Brasilito, donde llegan a puerto los pescadores. Que a unas 15 millas mar adentro se coge pargo, dorado o tiburón, cuentan, pero que ahora está mala la pesca. Con el turismo la propiedad trepó una barbaridad: todo lo que es cordillera de mar, solo el que tiene dólares puede comprarlo.
La plena es que dan ganas de quedarse toqueando biela frente al mar, pero hay que aprovechar el carrito alquilado, así que en la calurosa y luminosa tarde avanzamos por la península de Nicoya. Un pájaro azul de plumaje inverosímil parte de una rama con destino a Santa Cruz, igual que nosotros. En este país que no exhibe demasiada arquitectura tradicional, Santa Cruz es un ardiente refugio de casitas de madera pintadas de colores alegres y un antiguo campanario. Esta es la comarca del folklore, sobretodo en el cercano Guaitil, donde, alertados por el turismo, han revivido la cerámica pre-colombina de los chorotegas; en particular, aquellas vasijas que sirven de adorno en los hoteles de la capital y en el extranjero. Además, fue justamente en esta costa donde filmaron el Colón  protagonizado por Gerard Depardieu.

¡Nos jodimos!

Escribo estas líneas en el centro médico de Tilarán, con la pierna derecha hipergolpeada. Adentro le cosen la rodilla a Ludwig. Pasó que nos volcamos en una honda cuneta que desembocaba en una alcantarilla. Reconstruyo los hechos: ayer tarde cruzábamos en el ferry la bocana del Tempisque. Garuaba y en el cielo se formó, ordenado por alguna deidad chorotega, el arcoiris doble más grande y hermosos que he visto en mi vida. Nuestra idea era acampar en la laguna de Arenal, pero la noche nos fue agarrando por Cañas y al subir a Tilarán, llovía a cántaros y soplaba un viento de los mil demonios. Además, en la fonda nos advirtieron que por el volcán había un tramo malo de camino. Prudentemente decidimos pernoctar aquí, pero lo que estaba escrito estaba escrito...
En la madrugada, entre el vendaval y las campanadas de la iglesia, Ludwig soñó con una escena de La Profecía , que viera en betamax. Amaneció tan nublado que sugerí cambiar de rumbo hacia la costa, porque así no veríamos nada. Finalmente optamos por ir hasta la orilla del lago, a 4 km., echar una ojeada y volver a desayunar. Serían las 6:15 a.m. cuando salimos del hotel y tomamos por un camino asfaltado, lleno de curvas y ondulaciones, que corría entre potreros cubiertos de bruma, la misma bruma que cegaba al lago.
Retornábamos tranquilos, porque además llovía, pero en La Vuelta de la India, el momento en que Ludwig frenaba, el Daihatsu patinó y yo pensé: ¡nos jodimos!. Lo siguiente que recuerdo es yo viéndome vivo y Ludwig tratando de salir por la ventanilla de mi lado. Estamos volteados y la cabina del Daihatsu parece mucho más grande. Tengo el ánimo de apagar el suiche y subir detrás. Ya arriba, siento que estoy descalzo y patojo y me veo sangre en el brazo. Es un corte superficial en el codo. Ludwig no sabe qué pasó, está pálido y patético bajo la lluvia, se queja de un golpe en la costilla. El aguantó el peso de ambos contra la puerta. Paran autos, furgonetas y finalmente un tractor que nos trae remolcando el carro apabullado hasta el puesto de guardia. Cuando quiero tomar fotos descubro que mis dos cámaras se han trizado con el doble impacto.
Ahora sale Ludwig remendado y nos vamos literalmente cojeando de la misma pata a esperar la guincha que ofreció mandarnos el rentacar. Menos mal que el carro está asegurado pero igual me clavarán algunos dólares, que sumados con las cámaras… Mejor no pienso en eso y me congratulo con Ludwig de haberla sacado barata en términos del físico. Al final de cuentas, lo demás son fierros. De vuelta a la fonda de anoche, donde nos reciben con exclamaciones de asombro, pienso en lo precaria que es la vida, un desliz de un segundo y puedes irte al otro lado, o, al contrario, terminar comiendo este delicioso gallo pinto con fresco de guánabana.

Con el anterior relato, debía redactar mis comentarios a esa crónica. El resultado fue el siguiente:


ESQUEMA DE  CRÓNICA   Y ANALISIS:                          Por: Wilson Ayala
¡Pura Vida! (y casi muerte) en Costa Rica
Autor: Pablo Cuvi.

La crónica es un género mayor del periodismo. Da cuenta de hechos, con gracia y conviviendo con el autor y el lector. Usa lenguaje coloquial, y es rica en descripciones de todo lo que el autor toma nota y transcribe.
Cuvi,  en su crónica: “¡Pura vida! (y casi muerte) en Costa Rica”, describe con una fanesca de componentes, mezclando la narración realista y objetiva, con una variopinta de enfoques: datos turísticos, políticos, gastronómicos, topográficos, poéticos, musicales, de folklore puro, etc.
Su gran habilidad como cronista es introducirnos en ese torbellino de apreciaciones y datos de una forma tan entretenida y amena que nos engancha, con el sutil anzuelo del lenguaje nuestro. El relato lo subdivide hábilmente con subtítulos que nos describen lo medular de las partes.
En la primera parte: “Pura vida” describe su encuentro con el amigo “tico” Ludwig, quién acaba de conseguir su licencia de conducir, y nos cuenta cómo rentan un auto con el propósito de su viaje. Y en el mismo párrafo describe datos del país: extensión, habitantes, política, y folclóricos. (Nos ubica…)
En la narración, introduce a su amigo, -como personaje con el que dialoga-, relatándonos características políticas de los costarricenses, mezclando con descripciones del camino: paisaje, ventas, cultivos.
Su amigo como personaje enriquece la crónica, recordando y aportando datos genealógicos, referidos al emblema folclórico de la “carreta tica”. Narra las descripción artística artesanal del pueblo Sarchí, donde se elaboran preciosos objetos y  souvenirs de madera tallada.
En la segunda parte: “Hola Radio Sandino”, Cuvi se apoya introduciendo como eje narrativo la transmisión radiofónica, para describir hechos políticos: lo que pasa en las cosechas y la migración laboral “Nica”.
Utiliza como recurso narrativo, la mención de sus recuerdos “cuando andaba reporteando la caída del somocismo”, y evoca la parranda con su añorada acompañante… También refiere sus recuerdos de Daniel Santos a propósito de la mención radiofónica de nuestro querido y popular JJ. Por lo anterior, su amigo Ludwig, hace un paralelismo con Memo Neira, -“cantante de las putas”-. Paralelismo que también es invalioso recurso narrativo.
Continúa usando el eje narrativo –la radio-  para describir conjuntamente con un partido de béisbol que se transmite, algo de gastronomía y de política. Hace énfasis en describir la caracterización de los costarricenses “somos los argentinos de Centro América”.
 En la tercera parte, “Fauna variopinta”, Cuvi nos proporciona datos históricos de hechos antiguos, “el filibustero William Walker”, y otros datos, mezclados con referencias de flora “el guanacaste”, y fauna, caballos con sus hábiles jinetes.
No faltan datos del paisaje y entorno, playas, mansiones, hoteles lujosos, precio de inmuebles, salpicados con  metáforas “Mulata con ojos a los que les falta finca…” en fin datos de todo, como la referencia a la película de Gerard Depardieu
En la última parte de la crónica, Pablo Cuvi nos cuenta que escribe desde el Centro médico da Tilapán, y la subtitula: “Nos jodimos”, para narrarnos su casi muerte. Debida a la bruma, condiciones del camino, cansancio e impericia de Ludwig. Nos describe el aparatoso accidente, las heridas que sufrieron, su cercano roce con el mas allá, para concluir con una seria reflexión sobre lo sucedido junto con un memorable y prosaico final. “comiendo un gallo y degustando un fresco de guanábana.
Como conclusión debo referirme a la riqueza de recursos y su pródiga muestra que se despliegan en esta y en todas las  crónicas de Cuvi,  dándonos un sabroso ejemplo del oficio de escribir, que aunque siendo un vicio apasionadamente solitario, une a una enorme cantidad de lector es que junto con el autor y gracias a el  disfrutamos…
Quito, Agosto 28,  2011



CRONICA.
COTACACHI: PAISAJE, CUERO Y SABOR
                                                                                                                   (Por:  Wilson Ayala)

Desde los barrios altos del norte Quito, en los días despejados, se alcanza a mirar  la presencia imponente del volcán Cotacachi. Situado al igual que el Pichincha, en el lado occidental de  la Cordillera de los Andes. Es una montaña majestuosa, que sobrepasa los 5000 metros de altura, normalmente no tiene nieve en la cumbre, pero hay veces en que se recubre de ese manto blanco como novia hermosa al frente de otro monte impresionante: el Taita Imbabura.
No he viajado en los últimos tres años al norte, pero siempre ha sido un agradable paseo. Planifico la víspera, al día siguiente es un viernes feriado, acompañado de mi esposa y mi hija, a media mañana emprendemos el viaje. Recuerdo que a no mas de una hora y media desde Quito, y unido por una muy buena carretera que muestra generosos y variados paisajes está el volcán. Para llegar a su cercanía, debemos tomar la carretera Panamericana partiendo desde Quito.
Muy pronto, a la salida le la capital,  descendemos mas de mil metros por el cañón del Río Guayllabamba y el paisaje se va  transformando, mostrándonos una vegetación propia de valles de clima templado y seco. En el descenso contemplamos al Cayambe, imponente, se destaca nítido con su gran cumbre blanca. Miramos los trabajos de ensanchamiento  que se realizan –a propósito de ampliar la carretera,  para tenerla lista a mitad del 2012, cuando se inaugure el nuevo aeropuerto-. Se trabaja desde la salida de la recta de  Calderón que tiene 6 carriles, y súbitamente al final se reducen a dos.  No estaba en el programa ir lentamente, pero avanzamos. Cruzamos el puente y observamos el nuevo puente en construcción. Todos comentamos, que ya era hora de tener una mejor vía, pero que parece que los trabajos van lentos y no estarán concluidos en la fecha anunciada.
  Ascendemos poco y arribamos a la población de Guayllabamba, famosa por el plato emblema de su gastronomía, el “Locro” (de distintas variedades: con cuero de cerdo, con sangre de borrego, con aguacate, acompañado de maíz tostado, etc.-). Nos detenemos unos momentos para comprar limas en un puesto de frutas de la carretera, en el que tanbien se ofrecen  aguacates, pepinos y unas chirimoyas que lucen apetitosas. Saboreando las limas  y   comentando sobre lo difícil y demorado que será llegar al nuevo aeropuerto seguimos camino.
La carretera continúa pasamos el desvío a la población de El Quinche, -célebre por su enorme iglesia-, avanzamos  y empezamos a mirar invernaderos con plantaciones de flores, nos estamos acercando a la latitud 0 –cero grados-, “La Mitad del Mundo”, en este lugar existe un pequeño monumento del  mundo que nos indica que estamos cruzando la Línea Equinoccial, y que ingresamos al Hemisferio Norte. Vale la pena detenerse unos momentos para conservar un recuerdo fotográfico de este lugar.  
 A pocos kilómetros del monumento, está la población de Cayambe. Parada obligatoria cuando se va en plan de paseo, para comprar los “biscochos del cura”. La fábrica es un negocio del sacerdote que impulsó la técnica de su manufactura, como labor de mejoramiento para los negocios del pueblo, pero le fue tan bien  que lo ha mantenido para su provecho. Está cruzando el pueblo desde la placita de toros que existe al final de la avenida de ingreso, pasando el parque principal y frente al cementerio. Son sabrosos, si se los acompaña de queso de hoja.
Cayambe ha progresado muchísimo, se nota un gran movimiento comercial, bancos, almacenes, vehículos, anuncios de negocios por doquier, gracias al buen negocio de las plantaciones florícolas, y la ganadería que se ha diversificado con  sus productos: quesos, yogures y mantequillas. Allí descansamos mientras consumimos y comentamos lo sabrosos que están. Mi hija acota: “a buena hambre no hay mal pan”, además ya va siendo medio día y sentimos hambre.
Salimos de Cayambe e iniciamos la cuesta para llegar a Cajas, sitio alto de la cordillera, donde termina la Provincia de Pichincha, y se inicia la Provincia de Imbabura. Al llegar, desde su parte mas alta en la carretera  podemos observar los enormes montes el Cotacachi, y el Imbabura, imponentes, dominando el paisaje. A sus pies se despliegan pequeños pueblos, y el Lago San Pablo. Mirar desde allí en una experiencia única: la variedad de colores verdes, el día soleado  casi sin nubes, los cultivos,  nos impresionan.
Cuando nos aproximamos al Lago, es curioso ver cómo las viviendas de los lugareños se han transformado. De las pequeñas casitas con cubiertas de teja, a construcciones de dos y tres pisos, grandes, de ladrillo y cemento, grandes ventanas muchas de ellas aun sin sus vidrios, compiten en un afán de demostración, de los dólares producto de la migración de sus gentes.
A muy corta distancia desde el Lago, llegamos a la ciudad de Otavalo. Centro de atracción turística por su comercio de artesanía textil indígena, hay gran actividad comercial. Los habitantes, descendientes de aborígenes, muy orgullosos de su pasado y su raza, lucen típica indumentaria que los distingue claramente,  mantienen su idioma ancestral, el quichua. Hay muchos almacenes  de souvenirs, de ropa, de música, y restaurantes que anuncian “chicha de yamor”, -bebida fermentada a base de diferentes tipos de maíz-. No nos detenemos aquí, ya que nuestro propósito es llegar a la ciudad de Cotacachi.
Apenas salimos de Otavalo, quedo sorprendido, la carretera ha cambiado. Ahora es una magnífica obra de seis carriles, con parterre central, dotada de iluminación. A sus costados los sembríos de maíz, siguen igual, lo mismo que las ventas tradicionales de comida: la fritada, con los choclos asados al carbón, los plátanos fritos, las papitas cocinadas, provocan. Opinamos que posiblemente desaparezcan,  ya que no disponen de sitios de parqueo, y la velocidad del tráfico, mas  la imposibilidad de detenerse en una autopista, los irá dejando sin parroquianos.
El camino de desvío, desde la autopista hacia Cotacachi, siempre fue un cruce peligroso, por la cantidad de vehículos, la falta de señales,  y el mal diseño. Ahora es un moderno paso a desnivel, con indicaciones claras, por el cual se transita sin detenerse, es muy seguro. Que contraste con el pasado. Avanzamos  y a pocos kilómetros  llegamos a nuestro destino.
Desde la entrada a la ciudad, notamos su limpieza. Casas pequeñas, casi todas pintadas de blanco, los techos de teja, y sus pequeñas ventanas no han cambiado. La calle de ingreso tiene una gran cantidad de almacenes. A sus dos lados, se ofrecen y muestran una gran cantidad de productos artesanales elaborados con cuero: zapatos y botas, correas y cinturones, carteras y billeteras, llaveros, chompas, en una enorme oferta de colores, tamaños y precios. Una delicia para quién guste de la moda.
El interés de mi hija había sido comprar unas botas. Miramos en algunos almacenes. Habían gran cantidad de modelos, de calidades, de colores, de precios. Una compleja decisión ante tan grande variedad de oferta.  Demoraba la compra, eran casi las dos de la tarde y ya sentíamos hambre. Tratábamos de apurarla en la decisión, pero no llegaba a escoger. Yo propuse ir a tomar el almuerzo, y luego comprar, pero de pronto tomó la decisión por unas lindas botas negras de caña muy alta, de cuero muy suave,  y de un modelo a su gusto. Yo ya había comprado dos correas. Y  mi esposa una cartera.
Son nombradas aquí, las “carnes coloradas”, así que buscamos un restaurante para probarlas. A corta distancia de la calle comercial, encontramos el sitio adecuado. Una casa con un anuncio afuera: “ Salón Cotacachi. La mejor chicha de jora, la mejor carne colorada, los mejores precios”, lucía atrayente.  Transformado su patio en lugar para comer,  se ofrecía el tradicional plato y la chicha. Tras entrar, un zaguán  llega a un  patio central de adoquín de piedra, alrededor los corredores con sus pasamanos de madera,   geranios florecidos, paredes blancas y pequeñas mesas. Un trío de guitarristas se afanan cantando un viejo bolero de “Los Panchos”. ¡Que agradable ambiente y que hambre! Eran ya casi las tres de la tarde.
No podía ser de otra manera. Al servicial mesero le pedimos: el plato típico, y su consabido acompañante, “carne colorada y chicha de jora”.  La carne de cerdo finamente fileteada, es aderezada con jugo de naranja agria, y condimentada con especies y  achote, puesta a secar al sol y luego frita. Lo colorado, que le da su característica presencia es por el achote. El plato viene acompañado de mote, -maíz blanco cocido-, de maíz tostado, de pequeñas papitas cocinadas, de plátanos maduros fritos. Rebién preparados. Deliciosos.   La “jora”, es preparada a partir de granos de maíz.  A los granos, los humedecen  y cuando empiezan a germinar los muelen y con ello elaboran esta bebida fermentada. Muy sabrosa. Pero, si está con mucho fermento, la chicha de jora  causa embriaguez. Es muy sabrosa.
Para terminar el almuerzo, nos ofrecen como postre: “helados de paila”. No sabía que se elaboraban por aquí. Este tipo de helado es tradicional de Ibarra, ciudad que no muy distante está mas al norte. De todas maneras, los pedimos: de mora y guanábana. Tienen buen sabor, nos gustan. Los helados, son elaborados en pailas de bronce en las que se pone el jugo puro de las frutas. Las pailas son asentadas, -puestas sobre- una base de paja con hielo y sal, y manualmente se las hace girar, el jugo al contacto con el metal frío, va transformándose en helado. Estos saben muy bien.
Son mas de las cuatro de la tarde, y aun nos falta visitar Cuicocha.  Tras un breve trayecto, no mas de seis kilómetros desde Cotacachi, y ascendiendo por las faldas de monte, llegamos a la Laguna de Cuicocha. Está a mas de tres mil metros de altura, en un cráter de la montaña.  Su entorno, es de  pajonales y se siente un viento frío. La laguna se ha formado por los deshielos del monte y la lluvia, sus aguas son muy transparentes, tiene dos pequeños islotes  rocosos en el centro en los que se asegura existían cuyes que alguna vez fueron abandonados por excursionistas y se reprodujeron abundantemente. Posteriormente fueron cazados y exterminados. De allí el nombre de Cuicocha. El paisaje es agreste, impresionante por la extensa soledad. Realmente nos sentimos impactados. La tarde cae.
Siendo casi las seis de la tarde, emprendemos el regreso. Ha sido un día diferente. Realmente hemos disfrutado de todo. A término  del viaje llegamos cansados a casa.  No sé que mas se puede pedir,  hemos disfrutado de familia, paisaje,  y sabor.

MIS COMENTARIOS:
He releído esta mi primera crónica, no se parece a la de Cuvi, pero me deja satisfecho. Es algo difícil la primera vez, me ha tomado una buena jornada.
El escribir, empieza a gustarme, es una tarea solitaria, pero agradable. No he podido incluir tantos elementos, especialmente políticos, como lo hace Cuvi, pero si voy practicando, creo poder hacerlo. Trataré mas adelante.
La crónica, como periodismo interpretativo,  es un reto difícil en su comienzo. He tratado de recordar para plasmar en un escrito hechos, vivencias, y emociones. El consejo del instructor de tomar notas y grabar, creo facilitan enormemente  la tarea. Vale recordarlo. 
Al pensar en una estructura para esta crónica, me la imaginé con subtítulos, pero finalmente desistí de mantenerlos, porque me dí cuenta que ésta tiene una unidad diferente a la de Cuvi, al eliminarlos me quedó una sensación satisfactoria.



                                                 Quito, 25 de agosto 2011

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